Tomamos prestado el eslogan de una conocida marca de ropa, porque dejando a un lado lo equívoco (y a menudo engañoso) del lenguaje publicitario, lo cierto es que la realidad a la que alude ha pasado de ser una opción más a la única opción posible. Y todo en unos pocos años, delante de nuestros propios ojos.
El «compra mejor, vístelo durante más tiempo» ya no puede ser entendido como la elección de cuatro esnobs, sino como la única alternativa viable desde el punto de vista de la sostenibilidad. Quien aún no lo vea claro debería detenerse un momento en estas cifras:
- Entre 2005 y 2020 el consumo mundial de ropa se ha duplicado.
- Entre 2002 y 2016 se ha reducido en un 36% el tiempo medio que utilizamos cada prenda antes de desecharla.
- La industria textil produce en la actualidad el 8% de los gases de efecto invernadero y el 25% de los pesticidas anivel mundial.
- Solamente la producción de fibra de algodón representa en sí misma el 2,6% del consumo mundial de agua.
Aunque no son necesarios grandes conocimientos matemáticos para hallar el resultado de esta ecuación, sí resulta más complicado sustraerse al contínuo bombardeo de las fuerzas que pretenden arrastrarnos hacía el consumo de lo fast: precios cada vez más bajos, rebajas eternas, mid-season sales, black fridays, temporadas dentro de temporadas, etc.
Don’t panic, it’s organic
En realidad, la posibilidad de frenar esta tendencia insostenible tiene varias vertientes. Como indica el eslogan de una de nuestras marcas, una producción medioambientalmente más respetuosa será imprescindible: algodón orgánico, lyocell, fibra de bambú o cáñamo, son el presente y el futuro en cuanto a tejidos. Pero será todavía más determinante la reutilización de materiales, como la producción de poliésteres reciclados a partir de botellas de plástico PET.
El reverso de la moneda lo representamos cada unx de nosotrxs como condumidorxs, y una vez más, deberíamos cobrar conciencia del impacto que tienen nuestras decisiones de consumo y del poder que lleva aparejado el rol que nos ha tocado desempeñar.
Tal vez, el mero hecho de respondernos a nosotrxs mismxs a unas simples preguntas a la hora de plantearnos la conveniencia o no de comprar una determinada prenda, nos ayudaría a tomar la decisión adecuada:
- ¿Realmente la necesito?
- ¿Realmente me gusta y la utilizaré durante un tiempo razonable, o por el contario, me cansaré pronto de ella y en realidad lo único que me resulta atractivo es su precio?
- ¿Está confeccionada con la suficiente calidad para garantizar su durabilidad?
- ¿Qué impacto ha tenido su fabricación en el medio ambiente?
- ¿En qué condiciones habrán trabajado las personas implicadas en su proceso de fabricación?
Y la pregunta final; ¿no estamos pidiendo a gritos un cambio de paradigma que implique un proceso de compra más reflexivo y menos impulsivo?